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sábado, 15 de noviembre de 2014

EL VERDADERO SENTIDO DE LAS CRISIS

EL VERDADERO SENTIDO DE LAS CRISIS


Las personas tenemos la tendencia a ponernos máscaras, maquillajes, pintura, ropajes de colores, para representar papeles en el teatro del mundo. A veces somos el héroe, a veces la víctima. Otras nos convertimos en el sabio que da respuesta a todas las preguntas del mundo, o el bufón que se ríe de todo y de todos para esconder su propia sabiduría.

Cambiamos de ropajes de acuerdo a los diferentes escenarios, y sabemos interpretar muy bien nuestros múltiples papeles, incluso acomodamos el acento, la forma de hablar, el lenguaje y adquirimos todo aquello que nos ayude a  formar parte de la obra, sin que se note lo que llevamos debajo.

Aprendemos a esconder nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestras rabias, nuestros síntomas, nuestra vulnerabilidad, pues nos han enseñado a través de generaciones que mostrar éstas emociones no es bueno, que son mejores los héroes, príncipes y princesas, las mujeres y hombres perfectos. 

Somos guerreros en diferentes batallas, amantes en tragedias y romances, somos magos que se inventan soluciones inmediatas para evitar el dolor, o la tragedia o la crisis.

Algunas veces disfrutamos nuestra representación. Otras sufrimos, lloramos, nos sentimos fracasados.

Esos papeles que vamos interpretando desde pequeños, nos llevan a actuar en obras cada vez más complejas, con más actos, con más personajes e interacciones. Unas veces el resultado es bueno, tenemos éxito, otras nos abuchean y nos sacan del teatro a punta de tomates podridos, perdemos nuestro lugar en el mundo hasta que encontramos una nueva compañía que sepa valorar nuestras habilidades para actuar.

Pero la vida es maravillosa. De repente nos encontramos con una enfermedad, una crisis, una ruptura, un duelo, y nos descubrimos a nosotros mismos desnudos, con toda nuestra humanidad, frente a un público que está para juzgarnos desde su propia y particular visión del mundo,  y no demora en empezar  a opinar y dar consejos sobre nuestra situación, y entonces, ¿Qué hacemos?! ¿Salimos corriendo despavoridos? ¿Nos sentimos culpables de estar ahí mostrando todo lo que no nos gusta? ¿Pedimos a alguien que nos preste nuevos ropajes? ¿Empezamos a insultar a todo el mundo buscando culpables de nuestra tragedia? ¿Nos reímos de la situación como una forma también de esconder la vergüenza y el miedo a que nos vean tal como somos?

Cuando el mundo afuera está en caos, también hay la opción de mirar hacia adentro, y a veces, ésta se convierte en la única posibilidad válida para enfrentar una crisis sin importar el origen y características de ésta.

Y  de pronto descubrimos que ya no necesitamos ropajes, ni máscaras, ni maquillaje. Nos descubrimos como seres libres e imperfectos, como seres en crecimiento que no tienen todas las respuestas, ni saben siempre cuál es el camino correcto, y que simplemente tienen que vivir todas las cosas que el teatro del mundo vaya presentando a lo largo de la existencia para descubrir sus propias lecciones.

Nos convertimos en observadores de nosotros mismos, y mágicamente deja de importarnos tanto lo que opinen los que están afuera. Como en un eco lejano, escuchamos sus risas, sus comentarios, sus “pobrecito/a “, sus consejos para conseguir un nuevo papel y cambiar de obra (a veces con la mejor intención) y evadimos los intentos desesperados de algunos por meternos en su propia obra de teatro.

Nos encontramos que el cambio de visión de afuera hacia adentro es sanador en todo sentido, y por primera vez agradecemos el evento que hizo que los ropajes desaparecieran, porque logramos encontrar el verdadero sentido de la crisis: lograr que aprendamos, que evolucionemos, que dejemos las ropas que no nos sirven porque ocultan nuestro verdadero ser y tengamos la posibilidad de SER más libres para andar por el mundo y vivir plenamente.

Nadie tiene todas las respuestas y ninguna obra es eterna. Las ropas se rompen, la pintura se cae, los papeles se terminan, pero si somos capaces de mirarnos con valentía, descubriremos que lo eterno y real está sólo dentro nuestro, que la verdadera felicidad no depende de los aplausos del público ni la infelicidad de sus críticas, porque lo verdaderamente importante, lo esencial, aquello que es invisible a los ojos, está adentro, y sólo se puede ver con los ojos del alma.

Marcela Salazar

Madrid, Noviembre 15 de 2014