Buscar este blog

domingo, 28 de septiembre de 2014

Movimiento y adaptación: las lecciones implícitas en las estaciones

Movimiento y adaptación: las lecciones implícitas en las estaciones

El tiempo va cambiando paulatinamente. Del calor sofocante y el cielo despejado azul brillante, hemos pasado a las ocasionales lluvias, el cielo gris y el descenso de la temperatura.

Observo mi entorno, y descubro que los pájaros cantan distinto, los árboles y arbustos reviven con la lluvia, como agradeciendo que terminara el tiempo seco, y eso les permite tener una reserva que ayude a soportar lo duro del invierno. Caerán muchas hojas, algunos se secarán por fuera y otros resistirán valientemente.

La naturaleza cambia con los días, se transforma y se adapta. No se lamenta por el cambio, si no que agradece cada etapa y se prepara para la siguiente.

Me doy cuenta que los seres humanos nos resistimos muchas veces al cambio, buscamos estar siempre cómodos ( en el calor, aire acondicionado, en el frío nos “blindamos” con diferentes ropajes que terminan siendo una suerte de disfraces, hasta lograr volver a sentir calor, aunque sea artificialmente) , quisiéramos a veces estar en “la eterna primavera” y que no existieran los tiempos extremos.

Pero hay diferentes maneras de pensar. Por ejemplo, la medicina china clasifica las enfermedades en aquellas producidas por el calor y otras por el frío, y de acuerdo con esto analiza y propone medicamentos o terapias para tratarlas. Esto siempre me ha parecido muy sabio, pues no es lo mismo una gripa por frío ( nariz enrojecida, chorreante, escalofríos, deseo de alimentos calientes) que una por calor ( fiebre, congestión, sofoco, deseo de alimentos fríos).También tiene en cuenta las características cambiantes de las estaciones y su influencia en el ser humano, porque reconoce que nuestro entorno es una parte intrínseca de nuestra salud y bienestar.

En occidente, cuando llegan las estaciones frías, nos vacunamos contra la gripa, en un intento por evitar algo que a la larga no se puede evitar porque los virus mutan más rápido que la velocidad con que las farmacéuticas crean vacunas para vendernos a todos, y que también tiene su función importante dentro del ciclo de nuestra naturaleza interior al ser una forma como nuestro cuerpo se limpia de las toxinas acumuladas .

Los seres humanos tenemos una tendencia muy grande a evitarnos la incomodidad, a procurarnos todo aquello que nos haga estar bien siempre ( en primavera..), que elimine rápido los síntomas          ( antipiréticos, analgésicos, anti-inflamatorios ), que nos ayude a evitar el paso de la edad ( queremos ser siempre jóvenes y bellos), y a veces nos perdemos las lecciones implícitas en el cambio, en el frío del invierno, en el calor sofocante del verano, en lo que la enfermedad tiene para enseñarnos a través del dolor y la incomodidad.

Yo descubrí a través de un dolor crónico de espalda (que muchas veces los analgésicos no eliminaban), las fallas en mi postura corporal. Me di cuenta después de mucho tiempo y gracias a Medicinas como la China, que a través de los años había adquirido una serie de posturas incorrectas que poco a poco habían afectado mi anatomía sin que me diera cuenta. Hice compensaciones físicas en un intento por evitar la incomodidad de los cambios que la edad, mi historia personal y mi propia naturaleza me imponían, y esa adaptación sólo me trajo mas problemas y dolor.

Hoy trato de descubrir las lecciones que la estación actual tiene para mí, y entiendo un poco más el concepto de estar en “presente”. Disfruto el canto de los pájaros en la mañana, me resisto valientemente a “blindarme” por dentro y por fuera contra el frío, en un intento por lograr que mi cuerpo se adapte lentamente a la temperatura y características de la estación actual, y trato de disfrutar lo que la naturaleza tiene para mí hoy, sin tanta nostalgia por el sol esplendoroso que ya no está todos los días en el cielo azul, ni preocupación por el extremo frío que vendrá con el invierno.

También soy consciente que si mantengo el calor de hogar en el interior, la temperatura afuera deja de afectarme tanto. El peor frío, es el que viene de dentro cuando se pierde contacto con el alma y olvidamos para qué estamos aquí, nos llenamos de rencor, culpas, vacío y buscamos solucionarlo con cosas externas, superficiales, que a la larga terminan creando más frío y más vacío, nos llenan de máscaras y disfraces que no dejan ver nuestra verdadera naturaleza y nos estorban el caminar por el sendero de la vida.

Estoy tratando de aprender las lecciones que mi espalda tiene para mí, y poco a poco trato de recuperar la postura que me permita disfrutar de la vida con todo lo que tenga a bien regalarme.

Hoy disfruto el sonido de los pájaros y el olor de la lluvia. Y me preparo para descubrir la belleza implícita en el invierno.

Marcela Salazar