Movimiento
y adaptación: las lecciones implícitas en las estaciones
El tiempo va cambiando paulatinamente. Del calor sofocante y
el cielo despejado azul brillante, hemos pasado a las ocasionales lluvias, el
cielo gris y el descenso de la temperatura.
Observo mi entorno, y descubro que los pájaros cantan
distinto, los árboles y arbustos reviven con la lluvia, como agradeciendo que
terminara el tiempo seco, y eso les permite tener una reserva que ayude a
soportar lo duro del invierno. Caerán muchas hojas, algunos se secarán por
fuera y otros resistirán valientemente.
La naturaleza cambia con los días, se transforma y se
adapta. No se lamenta por el cambio, si no que agradece cada etapa y se prepara
para la siguiente.
Me doy cuenta que los seres humanos nos resistimos muchas
veces al cambio, buscamos estar siempre cómodos ( en el calor, aire
acondicionado, en el frío nos “blindamos” con diferentes ropajes que terminan
siendo una suerte de disfraces, hasta lograr volver a sentir calor, aunque sea
artificialmente) , quisiéramos a veces estar en “la eterna primavera” y que no
existieran los tiempos extremos.
Pero hay diferentes maneras de pensar. Por ejemplo, la
medicina china clasifica las enfermedades en aquellas producidas por el calor y
otras por el frío, y de acuerdo con esto analiza y propone medicamentos o
terapias para tratarlas. Esto siempre me ha parecido muy sabio, pues no es lo
mismo una gripa por frío ( nariz enrojecida, chorreante, escalofríos, deseo de
alimentos calientes) que una por calor ( fiebre, congestión, sofoco, deseo de
alimentos fríos).También tiene en cuenta las características cambiantes de las
estaciones y su influencia en el ser humano, porque reconoce que nuestro
entorno es una parte intrínseca de nuestra salud y bienestar.
En occidente, cuando llegan las estaciones frías, nos
vacunamos contra la gripa, en un intento por evitar algo que a la larga no se
puede evitar porque los virus mutan más rápido que la velocidad con que las
farmacéuticas crean vacunas para vendernos a todos, y que también tiene su
función importante dentro del ciclo de nuestra naturaleza interior al ser una
forma como nuestro cuerpo se limpia de las toxinas acumuladas .
Los seres humanos tenemos una tendencia muy grande a
evitarnos la incomodidad, a procurarnos todo aquello que nos haga estar bien
siempre ( en primavera..), que elimine rápido los síntomas ( antipiréticos,
analgésicos, anti-inflamatorios ), que nos ayude a evitar el paso de la edad (
queremos ser siempre jóvenes y bellos), y a veces nos perdemos las lecciones
implícitas en el cambio, en el frío del invierno, en el calor sofocante del verano,
en lo que la enfermedad tiene para enseñarnos a través del dolor y la
incomodidad.
Yo descubrí a través de un dolor crónico de espalda (que
muchas veces los analgésicos no eliminaban), las fallas en mi postura corporal.
Me di cuenta después de mucho tiempo y gracias a Medicinas como la China, que a
través de los años había adquirido una serie de posturas incorrectas que poco a
poco habían afectado mi anatomía sin que me diera cuenta. Hice compensaciones físicas
en un intento por evitar la incomodidad de los cambios que la edad, mi historia
personal y mi propia naturaleza me imponían, y esa adaptación sólo me trajo mas
problemas y dolor.
Hoy trato de descubrir las lecciones que la estación actual
tiene para mí, y entiendo un poco más el concepto de estar en “presente”.
Disfruto el canto de los pájaros en la mañana, me resisto valientemente a
“blindarme” por dentro y por fuera contra el frío, en un intento por lograr que
mi cuerpo se adapte lentamente a la temperatura y características de la
estación actual, y trato de disfrutar lo que la naturaleza tiene para mí hoy,
sin tanta nostalgia por el sol esplendoroso que ya no está todos los días en el
cielo azul, ni preocupación por el extremo frío que vendrá con el invierno.
También soy consciente que si mantengo el calor de hogar en
el interior, la temperatura afuera deja de afectarme tanto. El peor frío, es el
que viene de dentro cuando se pierde contacto con el alma y olvidamos para qué
estamos aquí, nos llenamos de rencor, culpas, vacío y buscamos solucionarlo con
cosas externas, superficiales, que a la larga terminan creando más frío y más
vacío, nos llenan de máscaras y disfraces que no dejan ver nuestra verdadera
naturaleza y nos estorban el caminar por el sendero de la vida.
Estoy tratando de aprender las lecciones que mi espalda
tiene para mí, y poco a poco trato de recuperar la postura que me permita
disfrutar de la vida con todo lo que tenga a bien regalarme.
Hoy disfruto el sonido de los pájaros y el olor de la
lluvia. Y me preparo para descubrir la belleza implícita en el invierno.
Marcela Salazar